Tiempo de valentía y esfuerzo colectivo
Si justo hace un año aprovechábamos el Día de los Trabajadores, un 1 de mayo de 2020 en pleno confinamiento y Estado de Alarma, golpeados por el shock de las peores semanas de la emergencia sanitaria, para apelar a la necesidad de volcar todos los esfuerzos en mantener puestos de trabajo y tejido empresarial, este 2021 hemos de proclamar que el comportamiento ejemplar de las empresas cooperativas es hoy un argumento más contrastado para reivindicar una apuesta inequívoca y valiente por la acción colectiva y cooperativa de las empresas de la Economía Social: de personas y para personas.
El fatídico 2020 destruyó más de 360.000 empleos en España. O peor aún: el paro subió en más de 724.000 personas. Rozábamos a finales de año los 4 millones de desempleados en nuestro país, a pesar de los ERTES y de los esfuerzos que muchas empresas hicieron para sostener su negocio. Un verdadero drama que, por desgracia, podría empeorar este 2021, desgastados y con las energías al límite tras llevar muchos meses en la cuerda floja.
Poco se habla ya de ‘nueva normalidad’, un juego de palabras que envejeció muy rápido y se vació de significado, toda vez que la situación que irrumpió con brusquedad para estrangular nuestras vidas y nuestra economía no ha remitido aún. La nueva normalidad anunciada no llegó; sí el desgaste y el hastío… con todas nuestras esperanzas depositadas en la vacunación. Hablando en términos de desigualdad[1], 2020 nos dejó un panorama desalentador: Casi 800.000 personas adicionales pasaron a vivir por debajo del llamado umbral de la pobreza, es decir, con menos de 5.826 euros anuales ó 16 euros al día. En total, se estima que en la actualidad hay más de 5 millones de personas en España (casi el 11% de la población) que malviven, descolgadas por la brecha de la desigualdad.
Entonces, qué hacemos este 1 de Mayo, ¿defender derechos laborales? Siempre. Inequívocamente, sí. Sin embargo, una defensa de los derechos de las personas trabajadoras implica dignificar sus condiciones de vida con un empleo que les permita esos mínimos necesarios para calificarla de digna. Trabajo digno y sostenible, amplificando las implicaciones de ambos conceptos. Ahí está el reto: mantener y crear, pero en buenas condiciones.
¿Por qué desde COCETA defendemos con uñas y dientes que se ha de apostar de forma clara y valiente por el modelo empresarial de la cooperativa de trabajo desde el Gobierno de España y desde las distintas administraciones regionales y locales? Además de por convencimiento y razones obvias, porque el tiempo nos ha dado la razón: Un 76% de las cooperativas de trabajo que se acogieron a ERTE[2], habían salido de este a finales de 2020 y, lo más importante, no hicieron despidos posteriores. Esto demuestra que el compromiso con el mantenimiento del empleo desde el cooperativismo es una prioridad, no una mera proclama. Las empresas más afectadas por la crisis, las del sector servicios (un 90% de las cooperativas de trabajo que solicitaron ERTE lo son), han sido ejemplares en cuanto a la implantación de medidas que hicieran todo lo posible superar la adversidad sobrevenida: teletrabajo, digitalización forzosa, medidas nuevas de prevención de riesgos laborales (sobre todo, los relacionados con la higiene y seguridad sanitaria) y, en general, demostrando que la conciliación con la vida familiar estaba muy encorsetada, puesto que se han hecho malabares en los momentos más duros del confinamiento y las producciones han salido adelante. En todos estos cambios implantados de golpe es donde, por cierto, los poderes públicos también tienen que intervenir, introduciendo reglas al nuevo juego, de forma que no se traduzcan en pérdidas de derechos para los trabajadores y trabajadoras.
Se hicieron esfuerzos extraordinarios para hacer frente a una situación excepcional como la del confinamiento total. Un año después, es momento de aprender del camino andado. La crisis ha puesto en evidencia que las empresas a menudo no implementan cambios posibles que, lejos de bajar la productividad, facilitan la vida a los y las trabajadoras, generan mayor bienestar, igualdad, seguridad, y todo ello acaba repercutiendo en los propios objetivos empresariales. Con frecuencia, lo urgente se imponía a lo importante, o ni siquiera se contemplaban otras posibilidades que no fuesen las de hacer las cosas como ser habían hecho siempre. En el caso de las cooperativas, si bien sus principios y características las predisponen a ser empresas más empáticas, flexibles y dinámicas, la pandemia las ha obligado a no acomodarse y dar un paso al frente para sobrevivir. De esta forma, casi un 70% de las cooperativas de trabajo aplicaron nuevas medidas conciliadoras, de flexibilidad, y seguridad laboral y sanitaria, que una gran mayoría afirma hoy que va a mantener cuando superemos esta crisis porque han comprobado su eficacia.
Lo decía hace unos días y no me canso de repetirlo: hacer que la economía ponga en el centro a las personas, que anteponga el mantenimiento del empleo, proporcionando puestos de trabajo dignos, estables y sostenibles, es una inversión rentable y de futuro. La crisis nos ha dejado mucho material fungible, pero hay material constructivo, empezando por la constatación de que la economía recobra su sentido si está al servicio de las personas: sin vida, no hay economía, en términos absolutos. Si no aprovechamos el momento para relanzar esa otra forma de ser, estar y hacer economía mediante empresas como las cooperativas de trabajo, que articulan sus prioridades en torno a las personas, sus derechos y necesidades, sin dejar de ser productivas y rentables, perderemos una oportunidad excelente para recuperar este país en positivo, y en colectivo.
Por tanto, si hace un año apelábamos a hacer todo lo posible por mantener el máximo tejido empresarial y dar mayor protagonismo a las empresas de la economía social, sobre todo, las cooperativas de trabajo), este año reclamamos a las Administraciones Públicas esa valentía para impulsar con legislación propicia y ayudas económicas el modelo cooperativo. Que esos fondos de Recuperación, los Next Generation, que esperemos lleguen más pronto que tarde, contemplen específicamente un modelo de empresa que dignifica a las personas en su condición de trabajadoras, que son respetuosas al máximo con sus derechos laborales, y que están comprometidas con el bienestar social y del entorno. Que se facilite y contribuya a la reconversión de muchas de esas empresas mercantiles abocadas al cierre en los próximos meses, porque no ven salida, en cooperativas de trabajo, ofreciendo la unidad productiva a los trabajadores y trabajadoras antes de entrar en fase concursal o declarar su insolvencia. Que se posibilite esa gestión colectiva que les proporcione un entorno laboral estable y dignifique sus vidas. Es cuestión de estudiar la viabilidad y organizarse desde la parte interesada, también de eliminar trabas legislativas y burocráticas, y acompañarlas de ayudas y estímulos, desde la parte política.
Este 1º de mayo, VALENTÍA.
[1] Datos extraídos del Informe de Oxfam “El virus de la desigualdad”, de enero de 2021.
[2] Conclusiones extraídas de un informe elaborado por COCETA a través de cuestionarios con cooperativas de trabajo asociado federadas a sus organizaciones territoriales sobre cómo afrontaron la crisis COVID19 en 2020.